viernes, 7 de febrero de 2014

Restaurante Al Kareni.

Primero fue el Mustafá y después La otra, en esta ocasión, aún a riesgo que un día terminemos afeitándonos con cimitarra ante tanto capricho gastrónomo-berberisco, Topo Indeciso nos citó en el Restaurante Al Kareni para la cena buitaka del primer miércoles de febrero -21 del mes Safar en su año 1.436 (Anno Hegirae), si se prefiere y según mis cálculos-. Son las paranoias propias que causa el rollito de hacer tantas cenas etnográficas seguidas. Es muy curioso lo de las fechas; los hindúes están ahora en 1.936, los chinos en el 4.712, los hebreos en el 5.774 y nosotros, desde que manda el PP, tenemos la sensación de sobrepasarlos a todos ellos. Aunque la época a la que les gustaría hacernos retrotraer, sin duda alguna, estaría cercana a la de los primeros. Cualquier día pillan el calendario gregoriano y lo someten a un recorte también, por aquello de cuadrar las cuentas o, mejor dicho, excusar así sus perspectivas de futuro. 
Al Kareni está en la calle Don Teobaldo 14, sin un cartel en la fachada que lo revele fácilmente, aunque el arco de su entrada pone bastante sobre la pista. Esas puertas misteriosas que no sabes qué puedes encontrar adentro, un restaurante apañadete, un fumadero de opio o un decorado que igual no desentonaba para unas tomas de Casablanca... Al cruzar la entrada te impregnas de su ambiente exótico, por descontado, pero una misteriosa fobia hacia esos lugares tan sumamente recargados te sugiere la posibilidad de que tropieces en la oscuridad con una silla de montar en camello o, ocupando tu lugar a la mesa, quizá al sentarte puedas escachar unos crótalos que alguien dejó por allí. Pero no, pese a la sensación de abigarramiento en cada uno de sus rincones, las zonas de paso y esparcimiento son más austeras.
Disponen de página web, lo que me simplifica mogollón las cosas.
Cuentan con una oferta sensacional para miércoles y jueves del 50 % de descuento en el menú de su XVI aniversario, que es el que elegímos:
El cóctel consistía en 4 chupitos de vino de los que saben a florero y 10 olivas.
Cada bandeja que se muestra es para 2 personas. El primero llevaba los burritos que aquí llaman almojabanas, las patatas a la menta y, en los platos más pequeños, la crema de garbanzos y sésamo, el yogurt con menta y pepino y los pimientos con nueces.

























Lo que menos me apasionó de la bandeja fue la crema de garbanzos. El queso algo suave y discreto, el yogurt interesante, los pimientos y las patatas ricas, aunque el matiz de la menta en estos platos me cuesta cogerlo de inicio. Mezclar unas cosas con otras ayuda mucho a asimilarlo todo bien. Es un avance, hasta hace cuatro días veía la menta sólo para infusiones.
Siguiente ronda para los almendrados de espinacas, pasteles de pollo y berenjenas con miel:

























Me intrigaba ver en la carta la arabización de Al-mendrado, y resulta que es de esas palabras que comienzan por Al pero que no vienen del árabe. Claro que, de no haberme llamado hoy la atención tampoco habría buscado su etimología; su orígen del griego amygdale, a su vez de amyche, que significa "cicatriz" y que se supone que era lo que veían los griegos tras la corteza verde de las almendras, muchas incisiones que formaban pequeñas grietas. Cáscatela, nunca mejor dicho. Te lo creas o no, así lo explicó en su momento Herodiano de Alejandría. Si las palabras no hubiesen evolucionado lo suficiente hoy le diríamos a alguien que está mal de la almendra y podría pensar que se le está infectando una herida que ya tenía cerrada, me quedo con eso como conclusión final.
El pastel de pollo estaba cojonudo, los almendrados de espinacas pasables, pero los fritos de berenjenas con miel no me aportaron nada. Te enterabas que llevaban berenjena si los abrías, porque aquello era una masa churrera pringada de miel que no daba lugar a distinguir más sabores. Para untar con un buen chocolate a la taza, vamos.
Tiempo para el cuscús especial de la casa:
También lo encontré discretito; poco pollo y escasa salsa, deberían estirarse más con el caldo y, por qué no, acompañar también con un poco de cordero.
Bebímos 2 botellas de Viñas del Vero, cambiamos los habituales carajillos por una formidable tetera de té a la menta y canela -que aquí si que estaban generosos en el tema de los hierbajos y metieron ingredientes como para preparar una ensalada- y nos despedimos con un pequeño postre:






























Conclusión: de los tres garitos árabes visitados recientemente (aunque "La otra" no sea propiamente árabe, pero tiene cierta conexión y hace unos años era una tetería) me sigo quedando con Mustafá, el libanés. No tengo la referencia de cuánto nos cobraron esa vez, imagino que más caro, pero también nos gustamos y no pedimos un menú cerrado sino que nos dejamos empapuzar por todo lo que al camarero se le ocurría. Lo que es algo muy distinto.
Al Kareni está más próximo a "La otra", y no tan sólo por su cercanía.
Al final, aplicando el descuento de los menús al 50 %, teniendo en cuenta que la bebida no estaba incluída, que se pagó también la ronda previa de cervezas y que no sé si realmente nos sentaríamos sobre crótalos o rompímos cualquier otra cosa, la cuenta salió por 100 €uracos.
¿La digestión? Pues fue un puto infierno. Ni hora y media andando tras la cena sirvieron para aligerarla. 

miércoles, 15 de enero de 2014

Restaurante Carpanta.

Hay quien dice que me cebé bastante con el garito anterior y es razonable; suerte que no me cebase del todo, porque es recordarlo y entrarme apetito, qué le vamos a hacer. Y no precisamente por lo que colmaba su menú de precio astronómico.
La casualidad quiso que uno de los personajes más míticos de la cultura popular en lo que al hambre se refiere, tuviera su cabida en nuestra última cena buitaka: Carpanta, el restaurante. En la calle Vírgenes 7 de Zaragoza. Que tenga yo noticia, el único establecimiento griego de nuestra ciudad. Existe algún que otro lugar que te pinta la cosa maravillosa pero luego terminas decepcionado o te dan mucho por culo, pero esa es otra clase de griego. Allá cada uno con su postura...
Y Jinete del Viento, en su condición de Maestro de Ceremonias, optó por este sitio, no sin cierto temor a que se repitiera un episodio parecido al de la anterior cena. Pero ya se sabe, si un garito tiene buenas opiniones en Internet casi vas a lo seguro. Algo tiene el agua cuando la bendicen, gran verdad. Y no como se hubiese expresado un griego en la cena de diciembre: ἄριστον μὲν ὕδωρ ("Lo mejor es el agua").
Nos quedamos satisfechos, ciertamente. En un restaurante griego no puedes esperar que te pongan raciones pequeñas, esperas un platón, que además tiene su lógica (había que meterlo...).
Disponen de varios tipos de menú, como consta en su web, y ese afán del pueblo buitako a pedir siempre lo que parece más completo, o quizá el miedo a no quedarnos bien a gusto, hizo que eligiéramos el menú degustación para grupos de 25 €uracos, que hay que probar un poco de todo.
Una ambientación típica mediterránea pero sin saturaciones, un local pequeño, apenas siete u ocho mesas. Un servicio diligente y armonías griegas de fondo -tengo la duda si la mandolina de esta gente es aquello conocido como buzuki, que yo, en mi ignorancia, siempre he llamado balalaica. En todo caso, el instrumento ese que todo dios conoce por un viejo anuncio de la marca Andros.- que parece terminan la canción y se aceleran, terminan la canción pero se aceleran, así todo el rato. Ni siquiera tengo claro que haya silencios entre tema y tema, sino un mayor espacio en los cambios de ritmo. Hasta ahí mi resumen de la música griega, la teoría de la canción infinita.


























En los entrantes nos dejamos aconsejar por el metre (odio escribir maître, aunque así lo aconseje el corrector) y disfrutamos de un Retsina Malamatina, que al parecer es un tipo de vino blanco que le meten algo de resina de pino durante la fermentación y que está cojonudo. Posteriormente caerían dos unidades de tinto Naoussa Boutari, un vino muy normalito. Un dato curioso sobre los caldos griegos, al menos en este restaurante, es que no encuentras botellas de más de medio litro. La explicación puede que esté en las propias palabras del señor Boutaris, en un reportaje que de él hay disponible en la red: "Grecia no tiene tradición vitivinícola. En cierto sentido, los griegos odian el vino, porque les recuerda su situación de pobreza después de la II Guerra Mundial. Tras la guerra, la cerveza era una bebida de lujo, una bebida en botella, mientras el vino se vendía a granel"
Puede que sea un sencillo ejercicio de marketing; véndelo como si fuera más exclusivo y en menor cantidad, que si no sólo te lo comprarán los pobres. A saber...

























La tanda inicial de entrantes con sus chipirones a la parrilla con yogur de ajo, Psaropita (hojaldre relleno de pescado y marisco),  ensalada de queso feta y... esa misteriosa bandeja de dos asas cuyo contenido no recuerdo ahora. Parece llevar queso y pimiento, pero no encuentro ningún paralelismo en la carta del menú...

























Tiempo para las Melitzanes (berenjenas rellenas de queso), Dolmades (hojas de parra rellanas de arroz y especias), buñuelos de bacalao y su acompañamiento de paté de berenjena.
El tercer plato de la foto son salsas de yogur y pepino, y de caviar rojo la otra. Sabrosas, pero forman algo más solido que una salsa, sin cuchillo de por medio ni puedes untarlas en el pan...
























Para acabar con una parrillada de carne y una musaka.
Postres con nombre de instrumentos quirúrgicos como son la Karidopita (tarta de chocolate y nueces), Baklavas (hojaldre con frutos secos y sirope) o menos rimbombantes, como la copa Carpanta o la Lesbos:
Carajillos, rato largo de tertulia con el camarero -nos dieron las tantas...- y chupitos de Ouzo Nostalgia -cuando empezaba a quedar poco le añadímos agua y aún así acabámos la botella. Teniendo en cuenta que Llama Eterna y Topo Indeciso se fueron bastante antes no está nada mal-.
Sumando a todo lo anterior una ronda de cerveza previas el precio total salió por 110 €uros, es decir, sólo 10 €urillos arriba de lo que suponía ya el menú degustación.
Genial.
Nos sirvieron rápido y eso que tenían unas tres mesas más que atender, nos dieron conversación y buen rollete, y probamos platos elaborados y originales. Todo a buen precio.
Cumplió con creces mis expectativas.